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sábado, 20 de marzo de 2021

La alimentación de Cuaresma y Semana Santa (I).

En esta nueva entrada, vamos a comentar la alimentación propia de este momento del año: Cuaresma y Semana Santa.

Aunque no se sigue con el rigor de otros tiempos, continúa presente en nuestra alimentación en mayor o menor medida.

 Antes de comenzar, decir que abordaremos este tema desde una perspectiva antropológica para la que, la ingesta de alimentos, trasciende su dimensión nutritiva para desplegar también facetas rituales, simbólicas y sociales.

La alimentación para el ser humano es uno de los aspectos más complejos de la cultura, está presente tanto en la vida cotidiana del grupo como en los principales momentos de su vida social y religiosa. Desde la selección de los alimentos más adecuados hasta la elección del dónde, cuándo y con quién ingerirlos, pasando por su elaboración, las creencias asociadas a determinados alimentos, etc., son hechos que vienen determinados por las pautas culturales en las que vive.

La comida es cultura cuando se produce porque no utilizamos sólo lo que encontramos en la naturaleza (como hace todas las demás especies), la comida es cultura cuando se prepara, transformándola mediante el uso del fuego y una elaborada tecnología que se expresa en la práctica de la cocina y, la comida es cultura cuando se consume porque, aun pudiendo comer de todo en realidad, no comemos de todo sino que elegimos nuestra propia comida con criterios ligados a la dimensión económica y nutritiva del gesto, ya sea a valores simbólicos de la misma comida.

Las buenas elecciones alimenticias las aprende el ser humano a partir de un saber colectivo, que se ha ido construyendo a lo largo de generaciones bajo la forma de un cuerpo de creencias, algunas confirmadas por la experiencia, otras completamente simbólicas o mágicas tales como el ayuno, la búsqueda de lo sagrado o las prohibiciones religiosas.

 Y es que los preceptos religiosos han contribuido también a delimitar hábitos. Son modelos, conductas, comportamientos homogéneos entre los fieles, que los identifica frente a otros. Los tabúes dietéticos operan como símbolos identificadores, diferenciadores de los grupos sociales, étnicos y culturales.

 La legislación de la Iglesia Católica sobre los días de ayuno y sobre la abstinencia de carne ha tenido gran incidencia en las costumbres alimenticias populares de determinados días y tiempos, si bien, esta ha ido evolucionando con el paso del tiempo.

-La ley del ayuno establecía una única comida al día, pero no prohibía tomar algún alimento por la mañana y por la tarde, dejando el criterio de cantidad y calidad a la costumbre de cada lugar. A estos reducidos complementos alimentarios se les llama “parvedad”.

Se consideran días de ayuno: las vísperas o vigilias de fiesta; en Cuaresma: todos los días laborables, desde el miércoles de ceniza hasta el sábado Santo; las cuatro témporas que coinciden con el inicio de las 4 estaciones del año.

-La ley de la abstinencia prohibía comer carne y caldo de carne. Se fijan días, asimismo, de ayuno y abstinencia.

 Es en la Cuaresma donde se concentra, principalmente, toda esta normativa. La Cuaresma es el período de cuarenta días que sirve de preparación a la Pascua y en el que se rememora el tiempo que estuvo Jesús en el desierto. Por eso la Iglesia recomienda a todos los fieles cultivar el espíritu penitencial, no sólo interna e individualmente, sino también externa y socialmente.

Todas estas normas se traducían en la vida diaria de la siguiente manera. El ayuno consistía en reducir el número de comidas, como suprimir la merienda y aligerar la cena. Tales días los cocidos de legumbres o verduras no se condimentan con grasas animales (carne, tocino, chorizo o manteca) sino con aceite vegetal.

“SI HABÍA QUE AYUNAR SE HACÍA EL DESAYUNO O LA COMIDA BUENA Y YA ESTÁ”

Del ayuno estaban dispensas las personas que realizan un trabajo duro, de gran esfuerzo, de gran desgaste físico, las personas de edad, las embarazabas y las mujeres que estaban dando el pecho a sus hijos. También se libraban los que adquirían la bula correspondiente que eximía de tal precepto.

Los días de abstinencia se comían potaje de garbanzos cuya base son las legumbres y bacalao en distintas versiones, con tomate o con arroz, etc. También se comía queso en aceite.

“MI MADRE ESAS COSAS LAS TENÍA MUCHO EN CUENTA….UY PARA LAS VIGILIAS MI MADRE ERA BUENO…NO NOS DEJABA COMER CARNE NO…TODO EL DÍA A BASE DE HUEVOS, HUEVOS PA ALMORZAR, HUEVOS PA COMER, HUEVOS PA CENAR”.

“TE COMPRABAS DOS BACALAOS GRANDES Y COMO ESTABA SALAO PUES SE GUARDABA…ANTES SE GUARDABA LA CUARESMA ¡COMO DIOS ESTÁ EN LOS CIELOS, MADRE! BUENO AQUELLO TARDE SE CORTABA EL BACALAO, LO CORTABAN A TAJOS Y LO PONÍAN A REMOJAR Y HALÁ”.

Eran platos que tenían que saciar.

Finalizando la Semana Santa, en muchos pueblos de la comarca, era corriente que los niños organizaran meriendas el domingo de Resurrección, con la comida recogida por las casas, en las que no faltaban los huevos (símbolo de la vida), muy abundantes en esas fechas.

También se comía el rosco de Pascua o pastiello: en algunas zonas eran roscos decorados y en otras, tortas alargadas que contenían algún huevo duro, algún trozo de longaniza, tocino etc.

En Cillas, los pastores casaliceros (los pequeños) se juntaban todos, con sus rebaños, para “estripar el pastiello”, según decían ellos.

Esta costumbre ha sido recogida por Enrique Satué en su libro: As crabetas, así como la siguiente: ese mismo día también se colocaban enramadas a las mozas solteras, que se colgaban en sus balcones con adornos como galletas, caramelos, naranjas, etc.

 

 



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